La comunicación humana es un proceso continuo de
relación, que engloba en la mayoría de los casos, un conjunto de formas de
comportamiento a veces independientes de nuestra voluntad.
No es necesario que toda trasmisión de
información sea consciente, voluntaria y deliberada, de hecho, cualquier
comportamiento en presencia de otra persona constituye un vehículo de
comunicación. La relación entre
las diversas modalidades de comportamiento comunicativo puede ser directa y
manifiesta, como por ejemplo, cuando elevamos las cejas y el mentón al dirigir
una pregunta a otra persona. En tales casos el mensaje se repite por distintos
canales, hay redundancia y la ambigüedad tiende a desaparecer.
En otras ocasiones, la superposición de distintos comportamientos
comunicativos puede dificultar la interpretación de los mensajes. Esto sucede
cuando, por diversos canales, se emite información distinta e incluso
contradictoria. Por ejemplo, puede mostrarse energía al hablar, y simultáneamente
adoptar una posición corporal de inseguridad o timidez. La emisión simultánea
de informaciones distintas produce interferencias que multiplican la ambigüedad
de los mensajes y desconciertan al receptor, que no sabe o no puede
interpretarlos.
Así, el contacto comunicativo no depende tanto de las intenciones del
emisor (la trasmisión de información es, a menudo, inconsciente), como la
capacidad del receptor para relacionar e interpretar la información recibida a
través de tan diversos canales.
El contexto y las relaciones internas de todos los elementos que forman
parte del proceso comunicativo es lo que decide la significación del mensaje. Desde
1872 hasta ahora los investigadores han registrado casi un millón de claves y
señales no verbales. Se ha comprobado que entre el 60 y el 80% de la
comunicación entre seres humanos se realiza por canales no verbales. Los
estudios demuestran que las señales no verbales influyen cinco veces más que
las orales y que, la gente se fía más del mensaje no verbal.
Los gestos se hacen más elaborados y menos obvios con la edad, por ello es
más difícil interpretar los gestos de una persona de 50 años que los de un
individuo joven. Los gestos deben
analizarse en el contexto en que se producen. Hay que tener en cuenta que cada
gesto es como la parte de una frase y, al contrario que en el lenguaje oral,
las frases gestuales siempre dicen la verdad sobre los sentimientos y las
actitudes de quien las hace.
El número de señales gestuales que cada ser usa en su vida es casi infinito,
con el agravante de tener significados diferentes en muchos países del mundo.
Por ejemplo la comunicación de las manos
es muy usada por el ser humano y cada cultura posee sus propios movimientos,
pero existen algunos universales descubiertos por Paul Ekman. Estos movimientos universales se deben a las
limitaciones del ser humano. Una de las señales más poderosas y menos notoria
es el movimiento de la palma de la mano. Hay tres posiciones principales: con
las palmas hacia arriba es un gesto no amenazador que denota sumisión, con las
palmas hacia abajo la persona adquiere autoridad y con la palma cerrada apuntando con un dedo
en alguna dirección es uno de los gestos que más pueden irritar al interlocutor
con quien habla, especialmente si sigue el ritmo de las palabras.
Las personas también se comunican a través de la mirada.
La respuesta ante la mirada es innata en el hombre y coincide con la de los
animales. Un aspecto curioso a mencionar en cuanto a lo de la mirada es una
creencia que dice que el exceso sexual crea ceguera o pérdida de vista. Puede
tener cierta lógica teniendo en cuenta que las pupilas reaccionan ante los
acontecimientos de la vida diaria y se dilatan. En el caso de una mirada fija el ser humano se siente
amenazado, e inmediatamente aparta la vista. En los guiños expresa complicidad o simpatía. Alzamiento
de una ceja es una clásica señal de duda. Alzamiento
de ambas cejas señal de sorpresa. Bajar
ambas cejas señal de incomodidad o sospecha.
El lenguaje corporal, no muchas veces, sino todas las veces habla más
fuerte que mil palabras. Es una de las formas de comunicación más eficaces y
más contundentes que hay. El sistema físico (cuerpo), el sistema mental y el
sistema emocional están estrechamente unidos y se afectan continuamente. Si el
sistema emocional está triste, el sistema mental lo piensa y el sistema físico
lo demuestra. Lo demuestra al mundo exterior a través del cuerpo, su postura y
su actitud. Casi siempre los ojos pierden un poco de brillo, hay poca energía,
poco movimiento y seguramente el cuerpo estará levemente inclinado hacia la
derecha y la vista igualmente hacia abajo a la derecha. Esta es la lectura de
alguien que está pasando por un momento triste o por una depresión. Es fácil de
detectarla.
En cambio una persona que tenga un caminar con entusiasmo, habla con
energía y tiene la mirada al frente o un poco hacia arriba, es imposible que
esté triste o deprimida. Esta persona está alegre, tiene motivación en su vida
y no tiene tiempo para dejarse caer. La piel luce joven, le brillan los ojos y
esa energía que irradia es contagiosa.
Estos son algunos
ejemplos de cómo leer el cuerpo. El cuerpo no miente porque es el reflejo fiel
de la mente y las emociones. Si aprendemos a agudizar nuestra capacidad de
observación podremos darnos cuenta dónde nos encontramos nosotros mismos y
dónde están las personas que nos rodean. Tanto el lenguaje corporal en general
como su elemento particular, el gestual, representan una forma de comunicación
tan importante como el lenguaje oral. Por esta razón, hay que tomarlos en
cuenta a la hora de relacionarnos con otras personas ya que es muy importante
saber leer el lenguaje corporal de la persona con la cual estamos
interactuando.
APORTE DE: Mariana Lerin
No hay comentarios:
Publicar un comentario