viernes, 9 de enero de 2015

El lenguaje y la regla del menor esfuerzo


 

Losiguiente es un fenómeno que viene produciéndose y afectando nuestro idioma. Ocurre que el español se formó, se construyó bajo una serie de reglas, con variadas transformaciones y en medio de una híbrida cultura. En este proceso de formación siempre se destacó y sigue destacándose una regla que se llama “la ley del menor esfuerzo”. Esta regla ha hecho que prevalezca una u otra forma de pronunciar una palabra, que se elimine una consonante o que se conjugue un verbo de una manera u otra, pero siempre con la condición de que se realice el menor esfuerzo posible para decir algo. Como el ejemplo es la mejor manera de mostrar algo, les daré uno: en latín el pretérito imperfecto había era habebam; esta palabra requería en su pronunciación mayor esfuerzo por las dos oclusivas sonoras vibrantes (b), eso hizo que, por ley del menor esfuerzo, se perdiera la segunda oclusiva sonora vibrante (b) y diera como resultado >habeam; posteriormente, la m de la desinencia se pierde y dio habea, y toda een hiato (también por ley del menor esfuerzo) da i (por ello, algunas personas dicen línia, en lugar de línea, o petrólio, en lugar de petróleo), así que de habebam resultó había. El hablante se ahorró el esfuerzo de pronunciar dos oclusivas vibrantes sonoras y eliminó una, y dentro del triángulo de las vocales prefirió cerrar la e en i porque esta consonante está más cerca de la a. Esto de la ley del menor esfuerzo no es solo del español, el francés, señala Rosenblat, fue rotundo, y para ejemplificarlo señala que de la palabra latina ínsula, en francés, se originó île.

Lo que yo quiero plantearles es que en castellano, de muy vieja data, cuando decimos “todos” se  incluyen damas y caballeros; cuando decimos, en cambio, “todas”, se excluye a los caballeros; pero cuando decimos profesores, se incluyen a las profesoras y a los profesores. No vayamos contra la corriente. Es muy contra natura leer “todos y todas las alumnas y los alumnos deben estudiar para que sean buenos y buenas músicos y músicas”. Esto es lo que dice la norma, y la norma, para que quede más claro, no la ha fijado ni siquiera la RAE. Señores, la RAE se creó en 1713 y cuando eso ya se había escrito el Quijote, ya Sor Juana había brillado en el mundo con sus sonetos y Góngora y Quevedo, también. Quien fijó la norma fue el hablante basándose en la ley del menor esfuerzo. Así que no pensemos que es una imposición eurocentrista y que nosotros estamos creando, por aquello que han dado en llamar la descolonización del lenguaje, nuestra propia manera de hablar. Si esto fuera cierto, no habrían elegido, quienes así piensan,  el signo arroba (@) para complicar más aún la situación. Porque si piensan que de esta manera se incluyen a hombres y mujeres y entonces escriben tod@s, un@s, buen@s.

 ¿Qué ocurre cuando escriben los sustantivos terminados en e como trabajadores, profesores, correctores?, se produce una palabra indescifrable porque de trabajador@s, profesor@s, corrector@es se puede entender trabajadoras, profesoras y correctoras, pero ¿trabajadoros, profesoros y correctoros? Profesores, el lenguaje no es sexista ni excluyente, lo es quien lo habla y quiere ser sexista y excluir a quien quiera con las palabras que selecciona.

Cuando se inició la formación de las lenguas vernáculas y la desaparición del latín –que a mi parecer es un esqueleto viviente, sigue muy vivo entre todos- este desaparece –aunque no totalmente, la iglesia conservó y conserva el latín culto- del pueblo porque no había escuelas, academias y universidades donde la población puede aprender a escribir o a pronunciar correctamente un idioma; pero ahora sí hay escuelas en las cuales se puede aprender correctamente el español.

Músicos, se imaginan que comenzara a dejar de indicarse el “apellido” de las notas, si lo tuviere, como en el caso de una nota alterada, o que comenzaran a cambiarse los nombres de las notas. De modo que no dijéramos Do, sino Doy porque resulte tal vez solidario con el otro –Doy al necesitado-; o, de pronto, a alguien se le ocurriera que los hombres no deben decir Fa cuando entonan dicha nota, sino Fo. Habría muchos sobresaltos porque cómo faltar a la memoria de Guido D’Arezzo. Bueno, de igual modo, me parece importante que encendamos una señal de alerta y nos dejemos de teorías que para nada alientan el ánimo femenino, y si no, revisen su cédula de la República Bolivariana de Venezuela: tanto para las damas como para los caballeros sigue diciendo VENEZOLANO. 

Escrito por: Marilú Espinoza

 

 

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