Losiguiente es un fenómeno que viene produciéndose y afectando nuestro
idioma. Ocurre que el español se formó, se construyó bajo una serie de reglas,
con variadas transformaciones y en medio de una híbrida cultura. En este
proceso de formación siempre se destacó y sigue destacándose una regla que se
llama “la ley del menor esfuerzo”. Esta regla ha hecho que prevalezca una u
otra forma de pronunciar una palabra, que se elimine una consonante o que se
conjugue un verbo de una manera u otra, pero siempre con la condición de que se
realice el menor esfuerzo posible para decir algo. Como el ejemplo es la mejor
manera de mostrar algo, les daré uno: en latín el pretérito imperfecto había
era habebam; esta palabra
requería en su pronunciación mayor esfuerzo por las dos oclusivas sonoras
vibrantes (b), eso hizo que, por ley del menor esfuerzo, se perdiera la segunda
oclusiva sonora vibrante (b) y diera como resultado >habeam; posteriormente, la m de la desinencia se pierde y
dio habea, y
toda een hiato (también
por ley del menor esfuerzo) da i (por
ello, algunas personas dicen línia, en lugar de línea, o petrólio, en lugar de
petróleo), así que de habebam resultó había. El hablante se ahorró el
esfuerzo de pronunciar dos oclusivas vibrantes sonoras y eliminó una, y dentro
del triángulo de las vocales prefirió cerrar la e en i porque
esta consonante está más cerca de la a. Esto de la ley del menor esfuerzo no es solo del español, el
francés, señala Rosenblat, fue rotundo, y para ejemplificarlo señala que de la
palabra latina ínsula, en
francés, se originó île.
Lo que yo
quiero plantearles es que en castellano, de muy vieja data, cuando decimos
“todos” se incluyen damas y caballeros; cuando decimos, en cambio,
“todas”, se excluye a los caballeros; pero cuando decimos profesores, se
incluyen a las profesoras y a los profesores. No vayamos contra la corriente.
Es muy contra natura leer “todos y todas las alumnas y los alumnos deben
estudiar para que sean buenos y buenas músicos y músicas”. Esto es lo que dice
la norma, y la norma, para que quede más claro, no la ha fijado ni siquiera la
RAE. Señores, la RAE se creó en 1713 y cuando eso ya se había escrito el
Quijote, ya Sor Juana había brillado en el mundo con sus sonetos y Góngora y
Quevedo, también. Quien fijó la norma fue el hablante basándose en la ley del
menor esfuerzo. Así que no pensemos que es una imposición eurocentrista y que
nosotros estamos creando, por aquello que han dado en llamar la descolonización
del lenguaje, nuestra propia manera de hablar. Si esto fuera cierto, no habrían
elegido, quienes así piensan, el signo arroba (@) para complicar más aún
la situación. Porque si piensan que de esta manera se incluyen a hombres y
mujeres y entonces escriben tod@s, un@s, buen@s.
¿Qué ocurre cuando escriben los sustantivos
terminados en e como trabajadores, profesores, correctores?, se produce una
palabra indescifrable porque de trabajador@s, profesor@s, corrector@es se puede
entender trabajadoras, profesoras y correctoras, pero ¿trabajadoros, profesoros
y correctoros? Profesores, el lenguaje no es sexista ni excluyente, lo es quien
lo habla y quiere ser sexista y excluir a quien quiera con las palabras que
selecciona.
Cuando se
inició la formación de las lenguas vernáculas y la desaparición del latín –que
a mi parecer es un esqueleto viviente, sigue muy vivo entre todos- este
desaparece –aunque no totalmente, la iglesia conservó y conserva el latín
culto- del pueblo porque no había escuelas, academias y universidades donde la
población puede aprender a escribir o a pronunciar correctamente un idioma;
pero ahora sí hay escuelas en las cuales se puede aprender correctamente el
español.
Músicos,
se imaginan que comenzara a dejar de indicarse el “apellido” de las notas, si
lo tuviere, como en el caso de una nota alterada, o que comenzaran a cambiarse
los nombres de las notas. De modo que no dijéramos Do, sino Doy porque
resulte tal vez solidario con el otro –Doy al
necesitado-; o, de pronto, a alguien se le ocurriera que los hombres no deben
decir Fa cuando
entonan dicha nota, sino Fo. Habría muchos sobresaltos porque
cómo faltar a la memoria de Guido D’Arezzo. Bueno, de igual modo, me parece
importante que encendamos una señal de alerta y nos dejemos de teorías que para
nada alientan el ánimo femenino, y si no, revisen su cédula de la República
Bolivariana de Venezuela: tanto para las damas como para los caballeros sigue
diciendo VENEZOLANO.
Escrito por: Marilú Espinoza